miércoles, 20 de mayo de 2009


¿Cómo puedes escuchar a una mano?
¡Tienes que ser sordo para comprenderlo!
¿Sabes lo que es un niño pequeño en un colegio,
en un salón sin sonido... con una maestra que...

habla, habla y habla y cuando se acerca a ti,
ella espera que tú sepas todo lo que ella ha dicho?
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿O el maestro, que piensa que para instruirte,
primero debes aprender a hablar con tu voz.
Así que: mumbo-jumbo con manos en tu cara
Horas y horas y paciencia sin fin
Hasta que un pequeño ronquido se escucha?
¿Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es ser curioso y
tener una sed de saber algo,
un deseo tan fuerte que consume...
y le preguntas a tu hermano, hermana o amigo,
quien te mira como respuesta?
Y luego te dice: ¡NO MOLESTES!
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es estar parado en una esquina como castigo,
a pesar de que no hiciste nada malo,
siendo tu delito el haber tratado de usar tus manos
para comunicar una idea que se te ocurrió de repente,
A otro amigo?
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es que te griten,
porque piensan, que de esa manera te ayudaran a oír,
o no comprender las palabras de un amigo
que esta tratando de decir un chiste,
y tu no lo entiendes porque él no sabe decirlo?
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es que se rían en tu cara,
cuando tratas de repetir lo que se ha dicho
tan solo para asegurarte que has comprendido,
y te das cuenta que las palabras son mal dichas?
Y quieres gritar ¿AYUDAME POR FAVOR!
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!


¿Sabes lo que es depender de alguien que es oyente
para llamar a un amigo por teléfono,
o hacer una llamada a una firma comercial
y verte forzado a compartir información muy personal
y darte cuenta, mas tarde que tu mensaje
no fue transmitido con claridad?
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es ser Sordo,
y solo en compañía de esos que pueden oír
y tratar de adivinar lo que pasa
porque no hay una mano oyente
que te ayude con la lírica de la canción?
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es, a lo largo de la vida
encontraste con un extraño que abre su boca
y dice algo muy rápidamente
y tú no comprendes la mirada en su cara
porque es nueva y tu perdiste la carrera?
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es comprender unos dedos ligeros,
que te "pintan" la escena y te hacen sonreír
y te dan serenidad con la palabra hablada
de la mano en movimiento que te hace parte
del mundo que te rodea?
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

¿Sabes lo que es "escuchar" a una mano? ¡NO!
¡Tienes que ser Sordo para comprenderlo!

Por Willard J. Madson

lunes, 18 de mayo de 2009


Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para
hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y
bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que
me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis
propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo
podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era
desvalorizado y sus necesidades postergadas-.
- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño
de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que
está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para
pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible,
pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa
moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los
mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo
que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro,
algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable
como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy
valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de
cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda
de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -
más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría
habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir
entonces su consejo y su ayuda.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás
pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda
engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-
. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y
vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender
el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se
lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo
miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más
que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.
- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca
de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo:
una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un
experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu
verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano
izquierda.

Jorge Bucay

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